Un verdadero líder en el campo de fútbol no es siempre la figura más ruidosa ni el dueño del brazalete de capitán. Esta es la persona que el equipo siente incluso antes del pitido inicial, e incluso cuando el marcador no está a su favor. El proceso de formación de un líder siempre es único, pero se basa en el amor al juego, el respeto al equipo y la capacidad de asumir responsabilidades en los momentos más difíciles. El liderazgo no empieza con el equipo, sino con las pequeñas victorias diarias sobre uno mismo: cuando llegas primero al entrenamiento, cuando te quedas unos minutos más para perfeccionar un tiro o un pase, cuando no escondes la cabeza tras las derrotas, sino al contrario: avanzas con tus compañeros. En el campo, un líder es alguien que no sólo se ve a sí mismo, sino también a cada compañero como en un espejo. Él ayuda, aconseja, apoya, a veces con dureza, pero siempre con justicia, y no espera gratitud por sus acciones. Es importante que el líder no presione con autoridad, sino que motive con su propio ejemplo, cree ambiente de lucha y cargue con emociones. En los momentos difíciles del juego, es el líder el que primero encuentra un pase complicado, logra bloquear la zona, busca un rebote o salva momentos aparentemente perdidos e inspira así al resto de jugadores a no detenerse. Desarrollar un líder también significa trabajar constantemente en uno mismo: leer el juego, aprender nuevas tácticas, la capacidad de escuchar al entrenador y al equipo y no tener miedo de admitir los propios errores y convertirlos en experiencia. Es la capacidad de mantener el equilibrio cuando todos se emocionan. Con el tiempo, esta confianza y este núcleo interior se transmiten a los demás. El equipo siente ese apoyo y lo sigue, incluso cuando nada hace presagiar la victoria. Así nace en el fútbol alguien respetado por todos, un auténtico líder, sin el cual es imposible imaginar un equipo y gracias al cual el fútbol deja de ser sólo un juego.
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Cómo se forma un líder en el campo de fútbol
